Elecciones en el Colegio de Arquitectos

El próximo 28 de mayo, el Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid (COAM), celebra elecciones para decidir quien dirigirá esta Institución de Derecho Público creada en 1929, a su vez heredera de la Sociedad Central de Arquitectos, organismo que data del siglo XIX. En estos ochenta y pico años, el Colegio, y la profesión, han pasado por un sin fin de situaciones difíciles como cierres temporales, como la vivida durante la Guerra Civil Española o la expulsión de sus miembros por cuestiones políticas, sucedido tras dicha contienda, pero siempre ha sabido adaptarse a las diferentes realidades históricas, sobreviviendo desde sus inicios, en aquel local en el número 12 de la calle Maura, hasta el día de hoy, en el que heredamos una espectacular sede de la calle Hortaleza número 63, realizada por Gonzalo Moure, que sin embargo nada refleja la situación de extremo peligro en el que vive la Arquitectura española.


Se celebra una votación doble, puesto que se elige la nueva Junta de Gobierno, a la que se presentan tres candidaturas: Integra, encabezada por José Luis Torroba, Abierto-COAM, con José María Ezquiaga como Decano y A4C, de Javier Alonso Madrid y además se decide la composición de la Junta de Representantes, a la que se presentan seis grupos: Renovación-Otra Cosa y Activo Arquitectos, que son los de siempre (en sus listas aparece, por ejemplo, Paloma Sobrini, decana cuando se aprobó el cambio de sede del Colegio a la calle Hortaleza) y han unido sus fuerzas para apoyar la candidatura de José Luis Torroba; Reset-EnAbierto que irónicamente, su web no es para nada abierta y hay que entrar con invitación; A4C y dos grupos que no se presentan a la Junta de Gobierno, que son la Asociación de Arquitectos, que tuvo su origen en la Asociación de Jóvenes Arquitectos de Madrid y Procoam, que pretende, entre otras cosas, abrir el debate sobre los baremos de los honorarios.

La intención de esta entrada es reproducir parte de una carta que envié al anterior decano cuando accedió al cargo, José Antonio Granero, cuando se encontró con un edificio de 12.000 metros cuadrados (más o menos toca a un metro cuadrado por colegiado) y una gigantesca, enorme, descomunal, deuda que nos dejó su predecesora. 

Ahora, dos años más tarde, vuelve a venir a cuento:

La figura del arquitecto, antaño reconocida por la sociedad, ha quedado desprestigiada siendo a veces acusados de no estar en sintonía con ella, de hacer Arquitectura sólo entendible por arquitectos (véanse los nuevos ensanches que rodean Madrid y la opinión de los ciudadanos para ratificarlo). ¿Porqué el Colegio perdió tantas y tan buenas oportunidades de ayudar, no sólo a los arquitectos, si no a la sociedad en su conjunto? Sanchinarro, Las Tablas, ensanche de Vallecas (incluyo ahora Chamartín)… Qué oportunidades perdidas para nuestra profesión, donde el Colegio podría haberse transformado en lo que debería ser: un generador de ideas, un foro de discusión, un espacio ineludible para diseñar el desarrollo de la ciudad, un punto de partida obligatorio para cualquier proyecto de magnitud. Pero para eso no está el Colegio.

El Ayuntamiento de Madrid liberaliza la gestión para la concesión de licencias. Otra magnífica oportunidad perdida: Cómo hubiese avanzado el Colegio y cómo hubiese ayudado a sus colegiados si se hubiese conseguido que el visado del proyecto básico del Colegio fuese un documento válido para empezar a tramitar una licencia. Pero el Colegio no se inmutó.

La sede del Colegio duplica su superficie, ¿no sería una oportunidad magnífica aprovechar el significativo aumento del espacio para dar una ayuda tangible a sus colegiados? Este aumento del espacio del Colegio podría servir para ofrecer a los colegiados espacios de trabajo para poder empezar o desarrollar una carrera profesional. Espacios donde se puedan compartir conocimientos y ampliarlos, propiciando debates y foros de discusión o que simplemente sirvan para poder trabajar en espacios dignos. Se facilitarían los encuentros entre colegiados, creando una red de colaboración, de tal forma que el trabajo que normalmente se externaliza y se encarga a otros profesionales (renderización, cálculo de estructuras e instalaciones) se podría realizar entre colegiados. Destinando parte de esos espacios a salas de reuniones donde poder encontrarse sus clientes, favoreciendo a los colegiados al disponer de un lugar representativo. Salas que, aprovechando los recursos del Colegio, dispongan de las herramientas necesarias para hacer una presentación de sus proyectos en un lugar diseñado para tal fin. Estableciendo un punto de encuentro entre aseguradoras, industria y demás entes relacionados con la construcción y los colegiados que permita una mayor colaboración y un mayor flujo de información en ambos sentidos. En definitiva, servir de apoyo y plataforma de proyección de los colegiados, actuando el Colegio como el medio para reorientar la Arquitectura.

Algunas cosas que dije entonces sí se han hecho, pero queda mucho por hacer y mi petición al futuro decano del Colegio, para mi una institución impropia del siglo XXI, tanto en cuanto su existencia no depende de su buen hacer, sino de una ley que obliga a los Arquitectos a formar parte de ella, es que una vez superadas lo problemas económicos, empiece a ayudar a los Arquitectos, y a mi entender, esa ayuda debería de realizarse al responder la misma pregunta que formulé al decano ahora saliente, en aquella carta: ¿cómo actuaría el Colegio para conseguir mantener a sus miembros si no fuese obligatoria la colegiación?

Esa es la pregunta y mi voto irá al que haya respondido mejor.

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